
Hace dos años por esta fecha, un grupo de mujeres nos reuníamos en círculo. Mujeres desconocidas, conocidas, colegas, amigas, aliadas, hermanas, nos encontramos para terminar un año que había sido muy especial. (pandemia, aislamiento, pérdidas, etc., no hace falta que te lo recuerde).
El círculo fue una oportunidad para desconectar y conectar, qué paradoja. Desconectamos de un entorno difícil, vertiginoso, cargado de compromisos de fin de año, para conectarnos a un espacio de diálogo, intercambio, escucha, meditación, risas, emociones, salud. Por definición, los círculos de mujeres se constituyen para esto, pero no siempre la magia sucede. A veces, el ruido externo es tan grande, tan invasivo, tan “urgente” que no nos permite escuchar(nos) y prestarle atención a lo importante. Esa vez sucedió. Y lo atesoro como tantos momentos de abundancia que viví estos últimos años y que no casualmente sucedieron en el contexto de un grupo.
Vivimos un mundo en el que la otredad, con todo lo que eso significa, está tan desvalorizada, ignorada, tan temida, que tenemos que rescatar y multiplicar la potencia de los espacios grupales y colectivos para juntos/as planificar la esperanza (como proponía Enrique Pichon-Rivière).
Creo que desde lo microsocial se pueden lograr cambios genuinos, sostenibles, escalables. Creo que comienza aquí, ahí, en mi, en vos, en tu equipo de trabajo, en tu organización, en tu comunidad, en el camino de la colaboración, de la escucha, de la visión y el aprendizaje compartidos.
Es pensando en estos espacios que estoy construyendo algunas ideas y propuestas para el próximo año de las que ya te vas a enterar. El mensaje de hoy es solamente invitarte a que sigas pensando, sintiendo y haciendo con otros/as, que así, en ese micro mundo es donde se gestan grandes ideas y cambios. Como hace dos años, del círculo al universo en un ciclo virtuoso e infinito.
"Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo". (Eduardo Galeano).