
Por Sole Ytuarte
Desde que empezó la pandemia mi curva de emociones tuvo altibajos, como si fuera una montaña rusa intentando encontrar la llegada. Me imagino que te pasó algo parecido.
Muchos hablan de la curva contagios, y pocos de la curva emocional. Pese a que con el transcurso de los meses cada vez más profesionales de la salud mental abordaron este tema, parecía no ser prioritario.
Hice una lista de las emociones que transité estos más de 120 días de cuarentena y algunas son: angustia, tristeza, miedo, alegría, ansiedad, enojo, frustración, mezcladas con momentos de resistencia, adaptación, incertidumbre, melancolía, sorpresa, y un estado de aceptación.
Todo ese combo, que es parcial, porque seguramente me olvidé de alguna, se repite en muchos casos, en cada persona, porque nos enfrentamos no sólo a una pandemia, a quedarnos en casa, sino a un cúmulo de cambios inesperados e inmediatos.
¿Cómo enfrentar esta curva sinuosa, cambiante, intermitente para poder transitar nuestros días lo más orgánicamente posible?
En primer lugar, no podemos negar lo que sentimos. Somos seres invadidos por las emociones todo el tiempo, no podemos evitarlas, sólo gestionarlas. Es más, las emociones son necesarias para el ser humano, en algunos casos, útiles para determinadas acciones.
Una característica de las emociones es que son efímeras. Aparecen como reacciones ante un estímulo, una noticia, algo que sucede, nos invaden, y desaparecen. También, tienen distintas intensidades. En algunas personas la emoción se hace una fiesta, porque puede quedarse, tomar el control. Por eso es tan importante saber esto, para identificar el momento en que aparece una emoción que no queres o cuya intensidad no te es funcional, para poder llamarla por su nombre, darle un significado, y hacer algo que te permita gestionarla, neutralizarla, o cambiarla por otra.
Hay ejercicios que pueden ayudarte a hacer este cambio inmediato, y que empiezan por el uso de tu cuerpo. Intervenir en tu corporalidad, gestualidad, o postura, puede impactar en tus emociones de forma inmediata. Un ejemplo de esto, es la respiración. Se trata de una herramienta muy poderosa al momento de gestionar las emociones. La respiración cambia con ellas. Su ritmo cambia. Cuando sentimos enojo, nuestra respiración se acelera, con la tristeza, la respiración se hace más lenta. Entonces si aprendemos a respirar y a cambiar la respiración, su ritmo y algunas características corporales, podremos también cambiar las emociones, generar emociones nuevas de forma consiente.
Por ejemplo, si de pronto algo te enoja, probá respirar profundo y exhalar en tres veces. Realizá por lo menos tres repeticiones de este ciclo. Respirar profundo te permite conectar con un estado de consciencia, te aleja de las reacciones impulsivas y te permite responder mejor a una situación que pudo haberte alterado. Cuando recibas un mail que te altere, antes de responder enojada, respirá profundo y hacé otra cosa, por ejemplo, otra tarea o algo físico que te saque de esa emoción. Puede ser subir y bajar una escalera, o dar dos vueltas a la silla en la que estás sentada. Es la distancia entre una respuesta de la que puedas arrepentirte y otra consciente y razonada.
Un tip extra: existen tres tipos de respiración: diafragmática/abdominal o baja; la pulmonar/torácica o intercostal y la clavicular o alta.
Te recomiendo que practiques todas. La respiración que contempla estos tres tipos tiene múltiples beneficios: reduce el dolor, ayuda con el ritmo cardíaco, disminuye la ansiedad y el estrés, reduce la tensión muscular, y hace que la respiración sea más lenta y rítmica, estimulando la tranquilidad mental y la serenidad.
Espero que te haya sido útil. Si tenes consultas o dudas, escribime! solytuarte@gmail.com