
Me encanta la escena de la película “Wonder”, en la que Auggie” Pullman reflexiona: “Sé amable porque todos/as están librando una dura batalla”.
Y sí todos/as libramos una o varias batallas, miles de guerras internas y externas, continuas, cortas, largas, feroces, minúsculas o vitales. No importa, batallamos al fin.
Cuando nos encontramos con otra persona en una conversación, en la calle, en nuestro trabajo, no tenemos toda la información de lo que le está sucediendo, mi realidad es mi realidad, y la del otro/a no la conozco. Esa mirada sesgada, que no es mala palabra, es así como miramos y cómo respondemos al mundo, desde nuestro pequeño y gran lugar; esa mirada, es apenas una de entre millones. Entonces, cuando hablamos de empatía hablamos de poder o de al menos intentar (intentar es muchísimo) ponernos las gafas del otro/a por un ratito y entender, compartir, conectar afectiva y emocionalmente con eso que le está pasando.
Diversidad de disciplinas y autores a lo largo de la historia trabajaron sobre este concepto con distintas definiciones y abordajes. Desde el punto de vista de la comunicación interpersonal, es sin dudas una habilidad que enriquece el acto comunicacional y que incluye la escucha activa. Hay estudios que indican que la empatía está relacionada con una conducta prosocial, ya que motiva a las personas a tener comportamientos de ayuda, cuidado, buscar conciliar diferencias y pedir perdón. También aumenta la independencia en la toma de decisiones y mejora la salud mental. En general, mejora la regulación emocional y el encuentro con los demás.
Por otro lado, la empatía es una de las capacidades fundamentales de la inteligencia emocional (según Daniel Goleman es la dimensión base para todas las competencias sociales). Y en este sentido, consiste no solamente en entender las emociones ajenas sino también en gestionar y autorregular las propias, para conectar con la otra persona y considerar el impacto de los propios actos sobre ella.
Según la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, la inteligencia interpersonal “se construye a partir de una capacidad nuclear para sentir distinciones entre los demás: en particular, contrastes en sus estados de ánimo, temperamentos, motivaciones e intenciones”. Esto es clave para relacionarnos asertivamente y colaborativamente en lugar de hacerlo con rasgos competitivos.
Esta sintonía con las emociones propias y ajenas permite además desarrollar el sentido de diversidad y la adaptación activa a las distintas realidades que existen en los ámbitos en los que nos movemos.
Sabemos entonces la importancia de desarrollar la empatía como habilidad interpersonal y social, y lo fundamental que es promover su desarrollo en distintos ámbitos: familiar, educativo, organizacional, etc. El 3 de noviembre fue el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar. Considerando las cifras alarmantes que dan cuenta del bullying, el cyberbullying y demás problemáticas, qué importante poder promover la empatía desde la escuela y encargarnos de ser el ejemplo.
Ahora, ¿cómo podemos desarrollar esta habilidad clave?
Escuchar, escuchar, escuchar. La escucha activa es una habilidad clave para comunicarse, probablemente mucho más importante que el acto del habla. A través de la escucha es posible interactuar más efectivamente, promover el respeto y generar una apertura, conocer más y mejor a las personas, lograr mejores resultados a nivel organizacional, construir liderazgo, etc. Y es activa, porque al contrario de lo que muchos creen, escuchar requiere de ejecutar algunas acciones. Escuchar consiste en oír pero también en percibir con todos los sentidos y además interpretar. La escucha activa supone oír (sonidos), percibir lo que la otra persona hace y siente mientras habla, sus gestos, sus emociones, su respiración, su postura, su tono de voz, etc. (comunicación no verbal) e interpretar lo que quiere decir, sus inquietudes, lo que NO dice, sus creencias, sus juicios, lo que la está emocionando.
Para escuchar activamente es necesario despojarse de prejuicios, y preconceptos, sobre la otra persona, sobre la conversación, sobre lo que dice, o sobre por qué y para qué lo dice. Es fundamental abrirse a la nueva experiencia de aprendizaje que supone una conversación o una interacción con otra persona.
Estar presente. ¿Qué significa? Estar con todos los sentidos al servicio del momento, de la conversación que se está sosteniendo, de la situación observada.
Preguntar y repreguntar: Estando presente y escuchando activamente, es más fácil hacer preguntas y repreguntar para indagar más sobre el relato de la otra persona.
Enfocarse en la otra persona, no en uno/a. Esto vale para las opiniones propias, creencias, juicios. Al escuchar e intentar empatizar, el foco debe estar necesariamente en la otra persona, en qué le pasa, cómo le pasa, cuáles son sus inquietudes.
Practicar el enfoque múltiple: Al emitir una opinión, es necesario hacerlo con respeto, y aclarando que es un punto de vista, no el único.
Autoconciencia y autoconocimiento: la empatía supone gestionar las propias emociones para identificar y entender las ajenas, y además para poder interpretarlas y reaccionar en consecuencia. Para esto es fundamental conocerse y ser consciente de lo que nos sucede en el momento en que estamos interactuando con otra persona, o con un equipo de trabajo.