
Hoy te quiero hablar de los pensamientos disfuncionales que seguramente tenes cada tanto y sobre cómo podes gestionarlos. Me gusta la palabra gestionar porque tiene que ver con nuestro control de la situación y de nuestras emociones, y no me gusta decir pensamientos negativos porque creo que lo positivo o negativo de cualquier situación, pensamiento, sensación es algo subjetivo, temporal y relativo. Hablo siempre de si es funcional o no en determinado momento.
Entonces, ¿cómo empezar a gestionar o manejar estos pensamientos que no te están siendo funcionales? Me atrevo a decir que todas o la mayoría, me incluyo, hemos tenido este tipo de pensamientos sobre todo en este contexto tan desafiante que se nos presenta.
Así que mi primera recomendación es:
Primero, la aceptación. Y ojo que aceptar no es resignarse. A diferencia de la resignación que lleva implícita una acción de resistencia a lo que sucede, la aceptación tiene que ver con entender que hay cosas que no podemos controlar, situaciones y circunstancias que suceden más allá de nuestros deseos o planes, y poder estar en paz con eso. ¿Qué podemos hacer mas que aceptar y fluir con eso que nos pasa? Si pensamos en esta situación en particular, ¿de qué me sirve pensar en que algo va a salir mal, pensar en la catástrofe? ¿Que puedo lograr teniendo esos pensamientos? Hacete esas preguntas y tratá de contestarlas. Vas a ver cómo naturalmente vas a darte cuenta de que la opción más saludable es ver el vaso medio lleno.
Cuando te invada un pensamiento disfuncional, o una emoción que no te gusta (pensamiento y emoción están íntimamente ligados), hacé algo que te guste, por ejemplo, escuchar música. Autoconocerte es fundamental para poder tener estos mecanismos de rescate casi inmediatos. A mí, escuchar ciertas canciones, por ejemplo, me alegran. Y siempre digo que sonreír aunque sea forzadamente, le envía un mensaje a tu cerebro de que estás contenta. Acordate de que el cuerpo, las emociones, y el lenguaje están íntimamente vinculados. Al sonreír se liberan unos neurotransmisores llamados endorfinas, que disminuyen el estrés y nos hacen sentirnos más felices. De esta manera, si nos esforzamos por sonreír aunque no tengamos ganas, estaremos “engañando” a nuestro cerebro para que libere más endorfinas que nos hagan sentirnos más felices y alegres.
Respirá profundo y pausado. Tomá conciencia de tu respiración, de cuando inhalas y exhalas. Pensar en tu respiración es un recurso para traerte al aquí y ahora. Aquí y ahora, en este presente en donde estás a salvo. Lo que pasó ya pasó y lo que pasará en el futuro nadie lo sabe, ni siquiera vos. Lo único cierto y verdadero es el ahora. Apoderate de este momento.
Si tenes dudas o consultas sobre este tema, escribime a solytuarte@gmail.com