
Síndrome del Impostor, síndrome del fraude, experiencia del impostor. El nombre describe una experiencia psicológica de fraude intelectual y profesional (Clance e Imes, 1978; Matthews y Clance, 1985). Las personas que experimentan impostorismo creen que las demás personas tienen percepciones infladas de sus habilidades y temen ser evaluadas. Por lo tanto, temen ser expuestas como "fraudes" con una incapacidad percibida para replicar su éxito. Este temor existe a pesar de la evidencia del éxito continuo.
Estas personas también descartan los elogios, son muy autocríticas y atribuyen sus logros a factores externos como la suerte, el trabajo duro o los activos interpersonales, en lugar de cualidades internas como la capacidad, la inteligencia o las habilidades (Harvey, 1981; Matthews y Clance, 1985). .
Lo cierto es que no es algo nuevo ni extraño (hasta Michelle Obama confesó que le costaba combatirlo), sino que es un término que fue acuñado por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978.
Ellas analizaron a un grupo de mujeres y encontraron que la gran mayoría desconfiaba de sí misma, pensaba que su éxito había sido un fraude y que tarde o temprano eso se descubriría.
Investigaciones más recientes documentaron que estos sentimientos de insuficiencia atraviesan todos los géneros, edades y entornos profesionales.
El síndrome del impostor o la impostora no está reconocido como un diagnóstico clínico, por lo que no existe un tratamiento específico, pero muchos autores/as siguieron indagando sobre este fenómeno, y en 2011, Valerie Young en su best-seller sobre el tema, identificó cinco categorías de comportamientos vinculados con este síndrome:
✔️Perfeccionistas: son las personas enfocadas en cómo hacer las cosas. Cualquier error equivale al fracaso. Siempre piensan que lo podrían haber hecho mejor.
✔️Individualistas: se enfocan en quién completa la tarea. Y tienen que ser ellas, sin ayuda. Lo contrario significaría fracasar.
✔️Expertas: se enfocan en el qué y cuánto saben del tema o de la tarea. Deben saberlo todo.
✔️Genias naturales: para ellas la capacidad tiene que ver con la rapidez y la fluidez. Si algo les empieza a costar lo asumen como un fracaso y se avergüenzan.
✔️Superhumanas: miden las capacidades en función de la cantidad de roles que pueden asumir. Sienten que pueden hacer todo a la perfección y fácilmente.
Es importante tomar consciencia de lo que este fenómeno produce y cómo impacta en el lugar de trabajo de las personas y en cómo se vinculan. Estudios recientes indican que los sentimientos de impostorismo más fuertes en los profesionales están asociados con niveles más bajos de satisfacción laboral, comportamientos de ciudadanía organizacional más bajos (acciones discrecionales que benefician a los colegas y a la organización) y un mayor compromiso de continuidad, es decir, mayores costos percibidos de dejar su organización. (Vergauwe et al., 2015).
El miedo al fracaso y a a la percepción negativa de otras personas, aparece en muchas conversaciones que tengo con mis consultantes y efectivamente es una de las dimensiones de la llamada escala del fenómeno del impostor de Clance (CIPS, por sus siglas en inglés), desarrollada en 1985. Esta escala se utiliza para medir otras dimensiones como no poder repetir el éxito, miedo a la incapacidad de satisfacer las expectativas de los demás y ser menos capaz de los demás.
La buena noticia es que el miedo es una emoción abordable y que podemos gestionar para que no nos paralice ni nos haga creer que somos un fraude.
Si alguna vez te pasó, ¿con cuál de estos comportamientos te identificas? No dudes en consultarme: hola@soledadytuarte.com